viernes, 15 de marzo de 2013

Se cae todo a pedazos, eso siento. Se cae todo a pedazos y no sé cómo pararlo. La estructura que me rodea ya no es nada firme, y se tambalea con cada brisa helada que la vida hace correr detrás de mí. Trato de llevar la frente en alto, la espalda derecha aunque sienta escalofríos, y sonreír siempre que me sea posible. Pero cada vez es más difícil, cada día cuesta más. En los rincones más recónditos de mi alma hay ilusiones y esperanza desando salir fervientemente, pero lo sombrío de una gran tristeza me nubla la mente y no veo más allá del dolor. De a ratos no quiero más nada, no deseo otra cosa que esperar en calma a perecer y extinguirme. Imagino en mi cabeza el momento en que mi cuerpo se desmaterializa para dejar escapar todas esas sensaciones que no pudieron salir antes, y es como polvo de estrellas por todo el lugar. Desearía que fuera tan simple, que con sólo querer desaparecer todo se esfumara por el tiempo que me haga falta, y que mi esencia le sirva a los demás. Como si fuera una droga que se mezcla con el aire. Polvo de estrellas, que llena el cuerpo de energía positiva y pinta sonrisas en todas esas caras. Por último quisiera un poco más de fuerza, para tener la voluntad de volver a ser yo cuando ya fue suficiente ayuda. Cambiar el mundo es tan difícil de la forma convencional, así que invento métodos más felices de contar que balas desgarrando el aire y signos de pregunta en sus destinos. Al menos así tal vez, la magia nos de la convicción de no perder la fe.

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