martes, 14 de agosto de 2012

Algunos nacen creyéndose superiores, otro con graves conflictos con su amor propio. 
Hay gente, como nosotros, y digo nosotros por todo aquel que se sienta identificado, 
que nacemos con la fuerza de poder creer en nosotros mismos como personalidad,
con la fuerza de creer en nuestra propia magia.
Hay personas que jamás se sienten complementados por otro,
y quienes nunca sabrán cómo complementar a alguien.
Puede que también, sean muchos los que son como nosotros,
los que saben quién los complementa de verdad,
pero no pueden transmitir el sentimiento incluso creyendo que puede ser mutuo.
Claro que también existen los que tienen esa facilidad, y los que simplemente se dejan llevar.
Lo que nunca va a cambiar, lo que todos compartimos, es que siempre envidiamos las dotes de lo demás respecto al amor.
Siempre queremos ser la persona que más atrae, o en raros casos a la inversa, 
siempre queremos ser la que más rápido encara, la que tiene menos prejuicios,
y así con un sin fin de cualidades.
El caso es que podemos estar muy felices, o no, con muchas cosas sobre nosotros mismos,
pero nunca, probablemente nunca, estemos conformes con lo que podemos dar de nosotros a los demás.

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